Buscado por el tráfico de cocaína líquida en vino orgánico, Zoran Jaksic abandonó a su esposa y a su hija para escapar de la DEA. Capturado en Perú, financió un túnel para fugarse de un penal. Un juzgado federal de Morón espera su extradición.
El serbio Zoran Jaksic vivió en Puerto Madero y tuvo una hija argentina.
En el edificio que alberga los juzgados federales de Morón un policía custodia la puerta de blindex que atraviesan tres agentes encubiertos de la DEA. Son griegos y están tras la pista de un poderoso del narcotráfico internacional que hizo pie en la Argentina: el serbio Zoran Jaksic, jefe del Grupo América, una de las organizaciones más sangrientas de Europa del Este en este continente.
La escena data del año 2007, cuando los enviados de la agencia antidrogas estadounidense llegaron al despacho del juez Juan Pablo Salas. Buscado por tráfico de drogas y por los homicidios de otros jefes de la mafia, Jaksic había traspasado fronteras, gracias a las múltiples identidades que utilizaba (más de 40) y pese a su llamativa altura.
Al miembro de la mafia de los Balcanes, nacido en la exYugoslavia el 9 de julio de 1959, el alias de “El Alto” le queda chico: mide más de dos metros.
Las huellas dactilares del narco serbio.
Los detectives griegos le contaron al juez que en agosto habían llegado al país, convocados por Zoran. Dijeron que el serbio se había asentado, hacía algunos años, en un departamento de Puerto Madero, y en una quinta de Parque Leloir, el barrio ecológico de Ituzaingó, junto a su esposa.
Detallaron, además, que pudieron llegar a él gracias a través de un engaño: le hicieron creer que colaborarían en el envío de cocaína líquida en botellas de vino argentino a Grecia. También estaba implicado en el envío de “correos humanos” al sudeste asiático.
Salas no demoró en convocar a Drogas Peligrosas de la PFA y la Dirección Antidrogas de Gendarmería y ordenar la intervención de los teléfonos la banda que, además, estaba integrada por varios ciudadanos peruanos.
La operación narco, financiada por el serbio, ya estaba en curso: implicaba la adquisición de un barco; la compra de la bodega de vino orgánico Fabril Alto Verde, ubicada a un lado de la ruta 40 en San Juan (que eligió luego de estudiar bodegas en Mendoza); una encorchadora; un “ingeniero” de Canadá, y 500 kilos de cocaína que el serbio planeaba obtener gracias a sus contactos con proveedores del conurbano bonaerense, pero también de Perú y Brasil.
Pensaba, además, crear una empresa fantasma en Italia para el financiamiento de los traslados. Se constató, incluso, que la organización realizó un envío de una botella a España que nadie recibió y regresó a la Argentina. Lo hicieron para comprobar si el camuflado de la droga evadía los controles de migraciones y scanners.
Los detectives también escucharon a Zoran confesar a sus cómplices un ambicioso sueño: convertirse en “el zar de la droga en América del Sur”. Y le creían. El “yugoslavo” solo se manejaba con dólares y euros en efectivo.
El traspié que le permitió a Zoran Jaksic escapar de la Argentina, dejando atrás a su esposa y a su hija
El 8 de septiembre de 2008, un imprevisto desencadenó, de forma anticipada, un megaoperativo que los investigadores, entre ellos el fiscal Sebastián Basso, pensaban desplegar para atrapar al poderoso narcotraficante y desbaratar la célula internacional. Sucedió cuando, en un control vehicular, la policía detuvo a dos personas que se trasladaban en una moto.
Llevaban 18 panes de cocaína en una mochila. Uno de ellos, Carlos Rómulo González Gamboa, era sindicado en el expediente como uno de los proveedores de drogas de Zoran. Los encargados de la pesquisa temieron perder el rastro de la organización.
Allanaron, entonces, 18 propiedades vinculadas al mafioso de los Balcanes. En una casa de Moreno encontraron cocaína líquida, cocaína en polvo y cajas repletas con botellas de vino. Detuvieron a 14 personas, pero el gigante serbio ya se había esfumado. Salas pidió su captura internacional, una circular roja que continúa vigente en las oficinas de Interpol Argentina.
Al escapar, Zoran abandonó a su esposa, Sladana M., y a su pequeña hija, nacida en la Argentina. La mujer fue arrestada en el departamento en el que vivía sobre la calle San Martín de Tours, a dos cuadras del MALBA. Fue liberada poco después: nada tenía que ver con las maniobras de su pareja en el país.
Sladana, oriunda de Palaka, tenía problemas de adicción. Tras su breve encierro, decidió migrar y dar en adopción a la nena, lejos del entorno mafioso en el que se mueve su padre. Así, la nena quedó bajo el amparo de una familia de Buenos Aires, que también se vio involucrada en los negocios turbios del serbio. Siguen en contacto.
Mientras los miembros de la organización que lideraba en la Argentina eran condenados hasta seis años de prisión, Zoran caería, al año siguiente, en el aeropuerto de Barcelona, y tras la alerta de las autoridades de Milán.
La captura de Zoran Jaksic en Barcelona, su extradición a Grecia, el intento de fuga en Perú y la condena a 25 años de prisión
Una investigación de la OCCRP (Organized Crime and Corruption Reporting Project) reconstruyó los pasos de los jefes del Grupo América. En ella se remarca que Jaksic llevaba pasaportes de cinco países diferentes y siete celulares.
Además, se destaca que el serbio era requerido por la Justicia argentina, alemana, holandesa, austríaca y griega.
Sin embargo, Zoran fue extraditado a Grecia. Pero en 2016 fue recapturado en Tumbes, Perú, donde cultivó fuertes vínculos con los grupos narcos que operan en el Puerto de “El Callao”, uno de las principales puntos de salida utilizado por los capos narcos del continente.
En diciembre de 2020, Zoran volvió a ser noticia por el intento de una fuga similar a la de “El Chapo” Guzmán. Creen que financió, junto a otros capos de la droga recluidos, un túnel para escapar del penal Piedras Gordas, en Ancón. El serbio habría invertido US$500.000 en la contienda.
A diferencia del mexicano, el plan de Zoran se frustró. Por su vinculación con un envío de 800 kilos, en febrero de 2021, el serbio fue condenado a 25 años de prisión, en el caso conocido como “Las Golondrinas”.
En tanto, en Morón, un juzgado federal emplazado sobre Crisólogo Larralde, una calle históricamente quebrada por las pesadas ruedas de colectivos repletos de pasajeros, espera su turno para poder sentarlo frente a un tribunal.